martes, 25 de enero de 2011

Viaje dentro de mí (I)

'Fue muy lindo conocerte' le dijo tras una larga mirada a los ojos, '¿volveré a verte algún día?' añadió un con tono afrancesado, 'posiblemente' respondió él subiendo al tren. De pronto se cerró la puerta entre los dos, él comenzó a caminar buscando un lugar donde acomodar su mochila, mientras ella lo seguía desde afuera através de las ventanas. Luego de un breve reconocimiento del lugar, logró encontrar un asiento libre junto a la ventana, sin despegar su mirada de ella, se sentó, como esperando que aquel momento no terminara nunca.

***

'Suena como un buen comienzo' pensé, 'tiene buen potencial'. En ese instante anunciaron por el alto parlante que mi vuelo había comenzado a abordar. Me esperaba un vuelo largo, era la primera que iba a pasar más de 3 horas dentro de un avión. Sentía una mezcla de nostalgia y nerviosismo, al fin y al cabo, mudarse a vivir a otro país no era cosa sencilla. Por una parte, iba a extrañar a mi familia, mis amigos de la infancia, los compañeros de la universidad, incluso a mis amigos del trabajo, pero simplemente necesitaba algo más, necesitaba encontrar más historias que contar, ver más gente, conocer más culturas, definitivamente era necesario viajar.

Desde mis años de colegio, vivía soñando durante las clases de historia y literatura, trataba de recrear los hechos más importantes que marcaron a la humanidad desde mi propia perspectiva, con mis propios diálogos y escenas, mientras que en las clases menos demandantes como matemáticas y ciencias naturales, me dedicaba a inventar mis propias fábulas y fantasías.

Siempre me llamó mucho la atención la capacidad de ciertas personas de inventar historias de ciencia ficción, de mundos lejanos, de viajes en el tiempo y agujeros de gusanos, de como era posible expresar con tinta muerta, los más profundos y apasionados sentimientos, y fue allí donde supe que tenía que estudiar letras.

Entré a la facultad con esa ilusión, con la meta de conocer las diferentes corrientes literarias que existían, ir más allá del típico análisis literario para adentrarme en la esencia de la narrativa, estudiar varios estilos de escritura, y con suerte, hallar mi propio estilo.

Luego de varios años de estudiar historia del lenguaje, literatura medieval, del renacimiento, contemporánea, de identificar los diversos tipos de corrientes literarias, las reglas de escritura y otros cursos igualmente atractivos, comenzaba a creer que en realidad la literatura era más una cuestión centrada en la forma y no primordialmente en el fondo. Llegué a pensar que ser un buen literato apelaba al arte del buen escribir más que del buen describir. Poco a poco comenzaba a crear bellos ensayos y narraciones, perfectamente estructurados, impecables en gramática y estilo, sin embargo, carentes de contenido y profundidad. De pronto, esos 6 años de universidad habían perdido su valor en un segundo. Resignado, me decidí a aprovechar lo que había aprendido y busqué un trabajo, al fin y al cabo ¿para eso es que se estudia en la universidad no? Tenía un trabajo muy bueno, era editor de un periódico y de un par de revistas de cultura, la presión no era mucha y el sueldo era lo necesario para llevar una vida holgada. Era el sueño de todos mis compañeros de la facultad, de los cuales incluso, algunos llegaron a ser mis subalternos. Sin embargo, había algo que no me llenaba, era como estar viviendo la vida nada más por vivirla, cada día era la espera de una agobiante e inevitable rutina, estaba perdiendo la emoción por escribir y relatar historias, incluso el leer ya no me cautivaba como antes, definitivamente había algo que no encajaba bien.

Logré resistir 3 años bajo ese suplicio, hasta que un día decidí volver a aquello que me apasionaba, escribir por vocación y no por dinero. Me sentía cansado mentalmente, mi imaginación ya no era la de antes, estar envuelto en el mundo de los libros y las letras había hecho que lo unico que saliera de mi cabeza fueran palabras y no historias. Era preeminente la necesidad de un catalizador para reactivar esa parte que, consciente o inconscientemente, había reprimido dentro de mí.

Al principio hice varios viajes al interior del país, alejado de los medios de comunicación, del internet y de los libros, y me dedique a adentrarme en las comunidades, estudiar su cultura, convivir con ellos, explorar la naturaleza y contemplar el paisaje. Fue tan refrescante el hacer esto que pasé de hacerlo una vez por mes, a viajar cada fin de semana. Simplemente, todo esto hizo renacer en mí esa pasión juvenil por crear historias, por imaginar hechos que talvez nunca fueron, y que quizás, nunca serán. Había encontrado de nuevo mi inspiración.

A pesar de que vivía en un país muy pequeño, era inmensamente rico en cuanto a cultura. Pasé al rededor de año y medio visitando cuanto pueblo y comunidad pude, y aún así, no logré percibir ni siquiera la mitad de la diversidad cultural que había allí. Conocí mucha gente tan distinta, muchos paisajes pintorescos y climas diferentes, que logré escribir varias decenas de pequeños cuentos. El viajar me había hecho sentir vivo de nuevo.

Es por eso que luego de mucho pensarlo y pensarlo, llegué a la conclusión que debía emprender mi peregrinaje, que mi combustible era el ir y conocer otros lugares, otras personas, y que el seguir en mi sedentarismo rutinario iba a terminar acabando conmigo.

Una de los frutos de haber trabajado casi por 5 años en un buen puesto era que había logrado ahorrar una buena cantidad de dinero, lo suficiente como para sostener mi plan de explorador por un par de años.

El haber oído un sin número de historias protagonizadas por locales y turistas europeos en los viajes recorriendo mi país causaron en mí que el primer destino de de mi aventura fuera dicho continente. De repente, allí estaba yo, sentado en la sala de espera de la puerta 4, con un boleto solo de ida hacia Madrid, dejando detrás todo lo que conocía, y aventurándome nada mas que con una mochila y mi laptop a un mundo totalmente desconocido y anejo a mi.

'Pasajeros de las filas 22 a la 30 favor de abordar en estos momentos'

esa era mi llamada para abordar el avión, me levanté y emprendí mi camino.


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