sábado, 5 de febrero de 2011

Viaje dentro de mí (II)

'¿Su número de asiento?' me preguntó una aeromoza con sus profundos ojos azules y tono españolete mientras ingresaba al avión, 'pasillo izquierdo, en la fila 19, ventana' replicó al hacerle saber mi número. Por fortuna me había tocado ventana, estar metido en un avión por 9 horas y no ver más que un cuarto largo y lleno de gente me causaba una sensación de pánico. A duras penas acomodé mi mochila en el compartimento superior, mi ropa, un par de libros, el cargador de mi laptop y de mi mp3, la camara y los recuerditos de mis amigos y familia, habían hecho de mi mochila un equipaje que duramente quedaba dentro del límite permitido para equipajes de mano.

Aprovechando las largas horas de quietud e inactividad física forzada, decidí sacar mi laptop para continuar con la historia que había comenzado en la sala de espera. Saqué mis audífonos también, con el afán de poderme esconder de los ruidos del avión y las conversaciones entre pasajeros, y lograr concentrarme en mi relato.

'..en nombre del capitán, Jorge Augusto Villa Robledo, y toda la tripulación abordo, les damos la bienvenida al vuelo 1409 con destino a la ciudad de Madrid; el tiempo estimado de vuelo será de 9 horas y 17 minutos, les rogamos su cooperación para acomodar su equipaje de mano en los copartimientos superiores y ....'

la encargada de cabina hacía los anuncios de rutina mientras las pantallitas enfrente de cada asiento presentaban numerosos videos publicitarios de varios lugares de España. Poco a poco el avión comenzaba a llenarse, veía pasar gente de todas edades, unos reflejando el retorno a casa despues de una vida de lejanía, y otros, como yo, mostrando el aventurarse a un mundo desconocido, en parte, tratando de escribir la historia de nuevo en un sentido contrario, yendo descubrir el viejo mundo.

Baje la mecita del asiento y abrí mi computadora. Mientras esperaba a que cargara el sistema operativo, me puse a ver através de la ventana, como intentando encontrar inspiración para escribir, pero a su vez, me invadió una nostalgia profunda, como comenzando a extrañar ese lugar del que aún no me había ido. Muchas cosas vinieron a mi mentemientras veía por ultima vez ese pintorésco cuadro que dibujaban las montañas junto con el azul del cielo. Casi logré ver vividamente ese primer día de escuela, en donde me aferraba con todas mis fuerzas a mi papá, llorando porque no quería alejarme de él, casi pude sentir el olor de ese té vespertino que mi mamá hacia en las tardes nubladas y frias de agosto. Recordé también los hermosos ojos verdes de María, esa compañerita que tuve en primaria quien fué mi primer amor secreto. Y también, todas esas tardes en donde los amigos de la cuadra nos juntabamos a jugar futból, comenzando después de la hora del almuerzo y terminando a oscuras. Volví a vivir de nuevo ese día en el que mi papá me enseñaba a manejar, su voz firme indicandome que hacer, como intentaba encender el auto y como este se resistía, allí aprendí que conducir autos mecánicos no era tarea facil. Recordé también como me sudaban las manos esperando a que saliera Lucía de su casa para ir a nuestra primera cita, y como, horas después, me temblaba la voz al decirle que ella era la mujer más linda que jamás había visto. Ese día en el que sentí como se me acababa el mundo cuando tuvimos que llevar a mi mamá al hospital y pasar la noche allí, sin tener la menor idea que que le estaba pasando. Mi primer día de trabajo. Las noches de tertulia con los amigos. El día de mi graduación. El accidente de mi hermano. La muerte de mi tío José. Pero, una de las cosas que recuerdo con más detalle y que siempre me dejo en que pensar, fue esa vez que iba caminando por la calle y un niño, de esos que piden limosna, se me acercó y me preguntó que porqué sonreia de esa manera, que era una forma diferente a los demás. Fue algo que nunca entendí, y que quizás nunca vaya a entender a cabalidad.

En ese momento, un hombre con rostro apacible se sentó a la par mia. Su cara reflejaba unos sesenta y tantos años, complexión delgada, atuendo conservador e impecable, llevaba una gabardina beige y un sombrero gris con una cinta negra alrededor. Me vió y me dió los buenos días, esbozando una cálida sonrisa, mientras destendía el periódico del día en la sección de internacionales. Parecía que iba a ser un buen compañero de vuelo.

***

De pronto comenzó a moverse el tren. Había pasado un par de meses en ese pequeño pueblo francés y ahora era el momento de partir. No sabía si la iba a volver a ver en realidad, el destino a veces es muy complicado como para decifrarlo, solo sabía que nunca iba a olvidar ese pueblo, ni la iba a olvidar a ella.

Al ver por la ventana, no pudo más que dibujar una sonrisa y clavar su mirada en los ojos de ella. Resembló una escena de una película extranjera, cuando al momento de irse el tren ella comenzó a caminar a la par de este, como alargando los pocos instantes de conección entre los dos, él no podía hacer más que verla allí afuera, tan cerca, pero a la vez, tan distante. El tren aceleró, y ella comenzó a correr a la par de suya. Él nunca olvidará como unos días pudieron haber creado este lazo tan fuerte, como pudieron haber desencadenado en la estampa que estaba presenciando, y que, nunca iba a olvidar.

Ricardo Rodriguez era un muchacho de 24 años, callado y un poco introvertido. Medía 1.72 y era de complexión delgada. Ojos y cabello café oscuro, nariz prominente y una cicatriz en el lado derecho de la boca producto de haber nacido con labio leporino. Había estudiado antropología en la Universidad de los Andes, atraído principalmente por su sed de entender el comportamiento humano en la actualidad. Graduado con honores a la edad de 23, Ricardo destacaba por su pasión y entrega en el campo de la antropología. Pocos meses luego de recibirse, fue contactado por el Royal Anthropologycal Institute de Londres, uno de los centros investigativos más prominentes del área. Pronto Rodrigo se involucró en un pequeño proyecto de investigación que tenía como miras el establecer un nexo entre la forma en que la sociedad europea se desenvolvía durante el siglo XVII y la estructura social de la américa latina moderna. Pese a su corta edad, Ricardo había realizado varios estudios tanto sobre los indígenas colombianos, como sobre la población residente en las grandes metrópolis de aquel país, lo cual presentaba un perfil muy adecuado para adjuntarse al equipo de a cargo de dicho proyecto.

Siendo un investigador del ser humano y su conducta, Ricardo siempre encontró fascinante el viajar y convivir con las personas, vivir sus costumbres y sus tradiciones, ser parte de la sociedad y aprender a ver la vida desde otro punto de vista, ver la realidad con ojos de extranjero, por esta razón, el ser invitado a participar de este proyecto le pareció una oportunidad muy atractiva, más que para encontrar diferentes comportamientos sociales, para hallar similitudes entre grupos endémicos de diversas áreas geográficas.

Hacía unos 3 meses que se había mudado a Londres para ejecutar el proyecto que estaba proyectado a durar 15 meses. Su primer viaje exploratorio dio inicio hacía exactamente un mes, con destino en la región sur de Francia. Como en cualquier grupo de investigación, ser el más joven le hizo que tuviera la mayor carga en cuanto a trabajo de campo, por lo que la mayor parte de dichos 15 meses los pasaría visitando diversos lugares y recaudando cuanta información le fuera posible, con motivo de proporcionar la información al resto del equipo para un análisis postrero.

Su primer sujeto de estudio fue la pequeña comunidad de Saint-Guilhem-le-Désert, un pequeño pueblo de alrededor de 260 habitantes, situada en el valle donde el río Verdus desemboca en el Hérault. Su posición geográfica le valió el título de 'desierto', debido a su poca accesibilidad y su diminuta población. Actualmente Saint-Guilhem-le-Désert conserva aún su estilo medieval debido precisamente por su relativo aislamiento geográfico y su población homógama. Por estas razones, dicho lugar era un punto de partida natural para esta tarea.

Ricardo había planificado investigar 5 ó 6 poblaciones, permaneciendo aproximadamente un mes en cada una de ellas. Un mes no era suficiente para obtener un cuadro social de una comunidad, ni siquiera una vida entera podía ser suficiente, sin embargo, debido a la corta duración del proyecto, no disponía de mucho tiempo para estar en cada uno de los lugares Básicamente su objetivo era el de observar la estructura social de cada lugar, desde las relaciones intrafamiliares hasta los ambientes laborales y de poder.

Saint-Guilhem-le-Désert le había presentado un muy interesante inicio en este viaje, al momento de llegar, se sintió transportado a la época medieval, caminando entre fortificaciones, calles estrechas, gente sencilla, peñascos y riscos, y una notable ausencia del mundo moderno. Las tabernas y cantinas le daban un toque místico al aire del cuál era imposible escapar.

La luz tenue del alumbrado público durante la noche reflejaba el tono grisaseo de las gruesas paredes de piedra sobre las calles empinadas transitadas únicamente por caminantes esporádicos. Era en verdad como haber retrocedido en el tiempo.

***

'En este momento queda prohibido el uso de dispositivos electrónicos, la tripulación le indicará cuando sea posible el uso de dispositivos electrónicos aprobados' se oía por el alta voz del avión, momento de tomar un descanso forzado.




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