martes, 17 de enero de 2012

Costumbre

-¿Y si de repente todo fue un sueño nada mas?- 


Esa mañana desperté con mucha dificultad como es costumbre. El despertador sonó al menos 5 veces y por fin logré regresar a la realidad. Me tomó unos instantes dejar ese estado letárgico y comenzar a pensar normalmente de nuevo. Como pude me desenredé de las sábanas y me metí a tomar una ducha. Siempre me es necesaria una ducha con agua muy caliente para despertar completamente, para dejar de soñar.

A prisa me alisté y me dispuse a salir a la calle, había estado lloviendo mucho la noche anterior por lo que el ambiente se llenaba de una neblina grisácea que le daba un toque nostálgico a la calle. 

La gente iba con sus bufandas de colores, abrigos oscuros y guantes por la calle, lo cual anunciaba ya el comienzo del invierno. Siempre sentí que el invierno le daba un toque refinado a las ciudades, y las calles empedradas de aquella ciudad no eran la excepción.  

A media mañana como era costumbre, me reuní con mi amigo Alonso a tomar un café. Lucía un tanto cansado y ojeroso, como agobiado e intranquilo por algo. Su semblante desgastado era tan familiar, esa mirada cansada y un tanto perdida había sido mi compañera desde hacía ya mucho tiempo. 

-¿Y si de repente todo fue un sueño nada mas?- 

Pasamos en silencio los próximos 15 minutos. Nuestra conversación se limito al intercambio de miradas, a simplemente descubrir en el otro las experiencias propias. Cada quién sabía lo que se sentía. Ya los dos habíamos estado el el mismo lugar, quizás en tiempos distintos, sin embargo en el mismo lugar.

Regresé al trabajo a continuar con mis labores diarias. A pesar de estar ocupado la mayor parte del tiempo, no podía desprender de mi mente dicho pensamiento, ya eran mas de tres años que me venía persiguiendo y no me dejaba en paz. 

En la tarde, al regresar a casa, el atardecer dibujaba suaves reflejos rojos sobre las paredes amarillentas de las casas del vecindario que parecían como danzar al compás de falsos contactos de los faroles que alumbraban la oscuridad que recién comenzaba a llenar las calles. 

Como acostumbraba cada miércoles, fui a cenar en alguno de los restaurantes de las cercanías, y me puse a observar a los diversos grupos de personas que estaban en el restaurante. Parejas de novios, grupos de amigos, pequeñas familias y un par de solitarios como yo. La mayoría de solitarios terminaban pronto con su comida y se retiraban, como si estuvieran sujetos a un toque de queda. Las demás personas regularmente se quedaban charlando por un buen rato, reían y comían, y luego se marchaban. El mismo patrón una y otra vez. 

Al final de mi comida, me quedé como catatónico por unos instantes, repasando una y otra vez todo en mi cabeza

-¿Y si de repente todo fue un sueño nada mas?- 

No estaba seguro. No sé si algún día lo estaré. 

Pagué la cuenta y me retiré. Caminé un poco por las calles aprovechando que esa noche no llovía. Anduve entre aquellos los laberintos nocturnos por un par de horas. Acostumbraba tomar caminatas en la noche ya que generalmente hacía buen clima y no había mucha gente deambulando a esas horas. Me permitía pensar un poco, o al menos intentar hacerlo.

Regresé mas o menos a medianoche a mi casa, como era de costumbre sin haber resuelto nada. Alguien dijo una vez que estupidez era repetir lo mismo esperando resultados diferentes, sin embargo yo lo seguía haciendo. 

Me acosté con esa única idea en mi cabeza, la única que había estado rondando desde hacía mucho tiempo, la misma que me quitaba el sueño y hacía que las madrugadas se volvieran más largas. 

-¿Y si de repente todo fue un sueño nada mas?- 

No estaba seguro. No sé si algún día lo estaré. 

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