miércoles, 29 de enero de 2014

El Poeta

El poeta,
se clava en la ensenada,
disfrazando con la cara,
su más profundo sentir,
cabizbajo,
regresa a su morada,
palabras como nada,
y comienza a escribir,

"Sueños,
brotan del corazón,
sueños,
testigos del amor,
sueños,
atrapan mi canción,
sueños,
invaden mi ilusión,
sueños,
soñando solo sueños,
nadie es dueño de ellos,
más que mi propio dolor,
sueños,
soñando sus destellos,
atrapado solo en ellos,
vivo con emoción."

Meditando,
repasa la receta,
avienta la carpeta,
y se hecha a reír,
¿hasta cuándo?
tendrá la valentía,
de que al final un día,
comience a vivir,
alejado,
de tanta fantasía,
de tanta tontería,
y tan solo vivir.



sábado, 25 de enero de 2014

Cambio III

No es bueno que el hombre esté solo. No sabía lo mucho que esa frase me había marcado hasta ese momento. 

Esa noche, con el frió típico del altiplano, agarré una taza de café de hoya y un poncho, y me quedé despierto hasta como las tres de la mañana. Repasaba en mi cabeza esa sensación de libertad, de tranquilidad, de soledad que me recorrió la espalda al estar en la cima de esa montaña. En efecto, allí descubrí que era sentirse solo. Desde pequeño siempre había estado rodeado de personas, de mi familia, mis hermanos, mis amigos, pero siempre estuve solo. Que ironía que solamente estando a solas descubriera que siempre estuve solo. 

No es bueno que el hombre esté solo.  Quizá es que estando solo uno corre el peligro de enamorarse de la soledad. Quizá no es bueno que el hombre se sienta solo, y para sentirse solo, basta una sociedad.

domingo, 19 de enero de 2014

Cambio II

Después de mi primer mes, las cosas se tornaron un poco distintas. Comencé a saber lo que era estar solo.

Poco a poco fui entablando amistad con los lugareños. Eran muy amigables y siempre me llevaban regalos. Me decían doctor, me trataban con mucho cariño y respeto, donde quiera que me veían me saludaban y me invitaban a comer a sus casas. Fueron muy hospitalarios conmigo y me hicieron sentir como en casa.

Tenía solamente un día libre a la semana. Usualmente lo usaba para dormir un poco mas, pasear por el parque, comerme una tostada y platicar con la gente. Nunca me faltaba en donde ir a cenar, ni una que otra invitación para ir a la cantina del pueblo.

En uno de mis tantos días libres decidí salir de la rutina. Me levante temprano, como cuando me tocaba ir a jornadas de vacunación a alguna de las aldeas cercanas (cercanas era siete horas a pie en alguna montaña perdida), y me fui a una de las montañas del lugar. Empaqué agua, unas frutas y un sandwich y emprendí el viaje. Ya para el amanecer estaba a las faldas de la montaña que los lugareños llamaban el cerro del chicote. 

Siempre me ha gustado subir volcanes, hacer caminatas largas y explorar nuevos terrenos. El camino era escabroso, solamente había un pequeño camino que parecía ser usado nada mas por mulas de carga.   A veces pensaba como podían ser capaces los niños de esas aldeas de caminar todo eso cada día para poder ir a la escuela. Sin embargo, muchos niños en la capital hacían un recorrido igualmente largo antes de llegar a sus instituciones educativas, solo que cambiando el aire puro por el aire acondicionado de los buses privados, cambiando el sonido de los pájaros por el ruido de los camiones, y en vez del verde de las montañas tenían el gris del humo y los edificios. Realmente no se quien debería envidiar a quien.

Llegué a la cima como a media mañana. La mejor recompensa de un montañista es el paisaje y el cansancio. Se podía observar toda la región aledaña. Ese día estaba particularmente despejado y era posible incluso ver un par de poblados cercanos. Recuerdo que estuve allí contemplando el paisaje por varias horas. Solo yo y la vista. Y allí descubrí lo que era estar solo.

lunes, 13 de enero de 2014

Cambio I

No es bueno que el hombre esté solo. Eso me decía mi abuelita cuando era pequeño. Cuando crecí, un amigo me contó que no era un dicho popular, sino que estaba en la biblia. No es bueno que el hombre esté solo. 

Nunca entendí aquello. Quizá en algunas noches de mi niñez o durante mi estadía en mi EPS en el altiplano del país me sentí solo, como aislado del mundo, como abstraído de mi realidad. Pero nunca estuve solo. 

La soledad es un estado psicológico, quizá un tanto melancólico, quizá un tanto antisocial, o quizá un tanto romántico. 

Aquellas palabras habían marcado mi vida sin siquiera yo saberlo. No es bueno que el hombre esté solo. Pero ¿qué era no estar solo?  Lo contrario de estar solo tal vez. Pero, ¿solo como cuando mis amigos me dejaron en aquel bar sin dinero para el taxi? ¿O como la vez que mis hermanos se fueron de paseo y yo me quedé en la casa terminando un trabajo del colegio? 

Desde pequeño me acostumbre a vivir entre mucha gente. Soy el tercero de 4 hermanos, así que mi casa siempre estaba llena de ruidos y desorden. Por si eso no fuera poco para mi pobre mamá (lidear con 5 hombres en la casa no es tarea fácil), cada fin de semana se aparecía por la casa algún tío nuevo con sus 3 o 4 hijos. Creo que al menos había un cumpleaños en la familia cada dos semanas.

Así que pensé que soledad era simplemente la ausencia de ese bullicio. La soledad de una biblioteca. La soledad de la playa en invierno. La soledad del parque a media noche. 

Fui creciendo y finalmente entré a medicina. Tradición o negocio familiar, ya no se bien. Y allí también estuve rodeado de mucha gente. Gente parecida a mí. Entramos con los mismos ideales, los mismos sueños, todos esos clichés que salen en las novelas, quiero ayudar a los pobres, quiero sanar a los niños con desnutrición, quiero encontrar la cura al cáncer, quiero ayudar a la gente más necesitada.

Al par de años, tanto la mitad de la gente que había ingresado a la carrera como la mitad de aquellos sueños habían desaparecido. Ya al tercer año, la cosa comenzaba a ser de supervivencia y no de altruismo. Ya no éramos tan sociales como antes, no pasábamos tanto tiempo con la familia, ya no venían a visitar los primos tan a menudo, ya en la casa solo quedábamos mi hermano mayor y yo, los otros dos ya habían hecho su nido en otro lugar. Ya casi no habían cumpleaños familiares, se habían vuelto solamente llamadas de celular, un mensaje de texto de muchos años más, y alguna que otra tarjeta por internet. 

No es bueno que el hombre esté solo. Ya para esta época mi abuelita había muerto, pero sus palabras nunca dejaron de resonar en mí. A pesar de todo, yo siempre buscaba de estar con mis amigos y con mi familia. Buscar a alguien para estudiar juntos, a otro para medio almorzar, a alguien más para ir a supermercado, y alguno que otro para ir al cine. 

Pensé que el estar solo era algún tipo de catalizador psicológico. Es sabido que la falta de interacción social produce esquizofrenia, paranoia y demás enfermedades mentales, así que por allí fue mi manera de comprender esa frase, no es bueno que el hombre esté solo. Quizá esta sabiduría popular era explicada por la ciencia moderna a través de estas enfermedades. 

En mi año de EPS, viajé al altiplano del país a hacer mi práctica médica. Estaba muy emocionado. Finalmente había una oportunidad real de revivir esos sueños con los que entré a la facultad de medicina. 

El primer mes fue emocionante y de descubrimiento. Nunca había estado en esa región del país. Era totalmente diferente a la ciudad en la que había crecido. El aire era más puro, había verde para donde quiera que viera. Y por primera vez en mucho tiempo experimenté lo que era estar en paz.