lunes, 21 de noviembre de 2011

Regresar

Que difícil es a veces respirar,
despertar un día y mirar atrás
anhelar los recuerdos
palpar aquellos viejos sueños,
y mirar atrás.

Dejar las calles y avenidas,
la infancia y  las costumbres aprendidas,
el bullicio intermitente,
tu cuadra,  tu gente,
y aquello que llaman identidad.

Irte lejos de ese tiempo,
de las tardes que transcurrían lento,
de las ansias,
de la infancia,
de la inocencia que tenías dentro.

Que triste es partir,
de aquel amor que te vio reír,
que te consolaba,
que simplemente te amaba,
y que con tus primeras palabras hiciste sonreír.

Que difícil es a veces esperar,
sin saber del destino el lugar,
ni del tiempo el momento,
ni de la persona el sentimiento,
tan solo quiero sentir el viento,
recuperar el aliento,
y tan solo espero,
algún día poder regresar.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

El azar banal. Plan: abrázale

-¿Hacia dónde joven?- Me preguntó el taxista cuando estábamos sentándonos en el asiento de atrás. 
-Para la universidad por favor- Respondí.

La verdad, nunca pensé que ella fuera a aceptar. La había conocido un par de semanas atrás mientras estudiaba en la biblioteca y hasta hace unos días supe que trabajaba a dos cuadras de la oficina. Los azares del destino que le llaman.

Esa mañana tenía reunión de profesores en la universidad. Cada fin de mes el departamento de Lenguas Extranjeras hace una reunión con todos los profesores y auxiliares para evaluar el desempeño de los alumnos en los diferentes niveles.  Justo era a la hora del almuerzo, y en un arranque de locura decidí pedirle si me acompañaba. Contrario a todo pronóstico aceptó, y allí nos encontrábamos los dos en el taxi de camino a la u.

Ella llevaba sus libros de economía bajo el brazo para poder estudiar mientras yo entraba a la reunión, igual no duraría mas de 45 minutos, generalmente en esas reuniones todos dicen que se han cumplido los objetivos y nada más. Debió haber ido tan nerviosa como yo, durante todo el trayecto no cruzamos palabra y se aferraba fuertemente a sus libros. De vez en cuando notaba como me veía de reojo y yo por el otro lado intentaba disimular el sudor de mis manos. Fueron los 15 minutos más largos que he pasado en mucho tiempo.

Cuando llegamos fuimos a comer a la cafetería, ella se quedaría estudiando allí mientras yo iba luego a mi reunión. Ese era el plan. Pero no fue así. Los azares del destino que le dicen. 

Comenzamos hablando de Borges y de Benedetti, de música y de religión y de mil cosas mas, sin embargo el clímax de la conversación fue cuando hablamos sin hablar. Me miró fijamente a los ojos, con una calidez tal que me tocó el alma como nunca nadie lo había hecho. Fueron los 15 segundos más cortos que he pasado en mucho tiempo.

La tomé de la mano y fuimos a caminar. Quien diga que para conversar hay que ser un culto orador, es por que no ha hablado con el corazón. Cruzamos tan solo un par de palabras, sin embargo conversamos tanto que ella llegó a conocerme de verdad. 

-¿No tenés que ir a tu reunión?-

Me quedé pensando un rato.  Sabía que de una regañada no pasaría.

-Hoy no. Hoy no me importa nada. Hoy solo quiero estar contigo.-

Me apretó un poco más fuerte la mano y seguimos caminando. Por primera vez en mucho tiempo me sentí libre de hablar, de ser como soy. Creo que ella sintió algo parecido. Comenzó a contarme de su infancia, y yo comencé a enamorarme de sus ojos café. No se si habrá notado con la atención que la veía, solo sé que para mí no había nada más en este mundo que no fuera ella. 

Una alarma en mi celular me trajo de vuelta a la realidad. Ya habían pasado dos horas y era tiempo de regresar a la oficina. Llamé un taxi de regreso y fuimos a la salida de la u para esperarlo.  La tomé de los hombros y luego la abracé. De acuerdo al plan fortuito, sin ninguna estrategia ni preludio, solo la abracé.  


Nos quedamos esperando al taxi, ella tomó sus libros y yo crucé los brazos para no mostrar mi nerviosismo. No cruzamos mayor palabra, no sé si por la emoción o para no quitarle lo mágico a ese momento. 

Ahora tenía que inventarme alguna buena excusa para mi ausencia de la reunión. Lo bueno era que mi auxiliar había llegado, o al menos eso esperaba yo.  En un abrir y cerrar de ojos se había pasado la hora del almuerzo, y allí estábamos esperando de vuelta al taxi. 


La verdad, nunca pensé que ella fuera a aceptar. Nos habíamos reunido tan solo un par de veces antes de eso, tan solo a comer en una cafetería donde los dos íbamos desde antes de conocernos. Los azares del destino que le llaman.


-¿Hacia dónde joven?- Me preguntó el taxista cuando estábamos sentándonos en el asiento de atrás. 
-Para El Editorial por favor- Respondí.