miércoles, 26 de enero de 2011

Si

Que me pierdo en tus ojos,
en tu mirada,
que esa larga caminata iluminada tan solo por la luz de la luna me ha mantenido vivo hasta ahora, que te alucino a diario,
en mi camino,
en cada figura femenina que veo en la calle,
en cada foto,
en cada cuadro,
que veo tu sombra detrás de cada árbol,
que oigo tus suspiros acompañando a la suave brisa que quiebra este silencio perpetuo,
que por las noches, dentro de la oscuridad fría y solitaria,
sin desearlo ni forzarlo,
espontáneamente se dibuja tu rostro enfrente de mí sin motivo ni razón,
sin propósito,
que tan solo el ver tu nombre esbozado en el aire hace que todos mis sentidos se paralicen,
que cuando te veo tengo tanto que decir que no puedo decirte nada y me quedo allí,
mudo,
atónito,
perplejo,
inmóvil y estático,
que muero por decirte cuanto te extraño.

Sí, todo eso te diría si te conociera.

martes, 25 de enero de 2011

Viaje dentro de mí (I)

'Fue muy lindo conocerte' le dijo tras una larga mirada a los ojos, '¿volveré a verte algún día?' añadió un con tono afrancesado, 'posiblemente' respondió él subiendo al tren. De pronto se cerró la puerta entre los dos, él comenzó a caminar buscando un lugar donde acomodar su mochila, mientras ella lo seguía desde afuera através de las ventanas. Luego de un breve reconocimiento del lugar, logró encontrar un asiento libre junto a la ventana, sin despegar su mirada de ella, se sentó, como esperando que aquel momento no terminara nunca.

***

'Suena como un buen comienzo' pensé, 'tiene buen potencial'. En ese instante anunciaron por el alto parlante que mi vuelo había comenzado a abordar. Me esperaba un vuelo largo, era la primera que iba a pasar más de 3 horas dentro de un avión. Sentía una mezcla de nostalgia y nerviosismo, al fin y al cabo, mudarse a vivir a otro país no era cosa sencilla. Por una parte, iba a extrañar a mi familia, mis amigos de la infancia, los compañeros de la universidad, incluso a mis amigos del trabajo, pero simplemente necesitaba algo más, necesitaba encontrar más historias que contar, ver más gente, conocer más culturas, definitivamente era necesario viajar.

Desde mis años de colegio, vivía soñando durante las clases de historia y literatura, trataba de recrear los hechos más importantes que marcaron a la humanidad desde mi propia perspectiva, con mis propios diálogos y escenas, mientras que en las clases menos demandantes como matemáticas y ciencias naturales, me dedicaba a inventar mis propias fábulas y fantasías.

Siempre me llamó mucho la atención la capacidad de ciertas personas de inventar historias de ciencia ficción, de mundos lejanos, de viajes en el tiempo y agujeros de gusanos, de como era posible expresar con tinta muerta, los más profundos y apasionados sentimientos, y fue allí donde supe que tenía que estudiar letras.

Entré a la facultad con esa ilusión, con la meta de conocer las diferentes corrientes literarias que existían, ir más allá del típico análisis literario para adentrarme en la esencia de la narrativa, estudiar varios estilos de escritura, y con suerte, hallar mi propio estilo.

Luego de varios años de estudiar historia del lenguaje, literatura medieval, del renacimiento, contemporánea, de identificar los diversos tipos de corrientes literarias, las reglas de escritura y otros cursos igualmente atractivos, comenzaba a creer que en realidad la literatura era más una cuestión centrada en la forma y no primordialmente en el fondo. Llegué a pensar que ser un buen literato apelaba al arte del buen escribir más que del buen describir. Poco a poco comenzaba a crear bellos ensayos y narraciones, perfectamente estructurados, impecables en gramática y estilo, sin embargo, carentes de contenido y profundidad. De pronto, esos 6 años de universidad habían perdido su valor en un segundo. Resignado, me decidí a aprovechar lo que había aprendido y busqué un trabajo, al fin y al cabo ¿para eso es que se estudia en la universidad no? Tenía un trabajo muy bueno, era editor de un periódico y de un par de revistas de cultura, la presión no era mucha y el sueldo era lo necesario para llevar una vida holgada. Era el sueño de todos mis compañeros de la facultad, de los cuales incluso, algunos llegaron a ser mis subalternos. Sin embargo, había algo que no me llenaba, era como estar viviendo la vida nada más por vivirla, cada día era la espera de una agobiante e inevitable rutina, estaba perdiendo la emoción por escribir y relatar historias, incluso el leer ya no me cautivaba como antes, definitivamente había algo que no encajaba bien.

Logré resistir 3 años bajo ese suplicio, hasta que un día decidí volver a aquello que me apasionaba, escribir por vocación y no por dinero. Me sentía cansado mentalmente, mi imaginación ya no era la de antes, estar envuelto en el mundo de los libros y las letras había hecho que lo unico que saliera de mi cabeza fueran palabras y no historias. Era preeminente la necesidad de un catalizador para reactivar esa parte que, consciente o inconscientemente, había reprimido dentro de mí.

Al principio hice varios viajes al interior del país, alejado de los medios de comunicación, del internet y de los libros, y me dedique a adentrarme en las comunidades, estudiar su cultura, convivir con ellos, explorar la naturaleza y contemplar el paisaje. Fue tan refrescante el hacer esto que pasé de hacerlo una vez por mes, a viajar cada fin de semana. Simplemente, todo esto hizo renacer en mí esa pasión juvenil por crear historias, por imaginar hechos que talvez nunca fueron, y que quizás, nunca serán. Había encontrado de nuevo mi inspiración.

A pesar de que vivía en un país muy pequeño, era inmensamente rico en cuanto a cultura. Pasé al rededor de año y medio visitando cuanto pueblo y comunidad pude, y aún así, no logré percibir ni siquiera la mitad de la diversidad cultural que había allí. Conocí mucha gente tan distinta, muchos paisajes pintorescos y climas diferentes, que logré escribir varias decenas de pequeños cuentos. El viajar me había hecho sentir vivo de nuevo.

Es por eso que luego de mucho pensarlo y pensarlo, llegué a la conclusión que debía emprender mi peregrinaje, que mi combustible era el ir y conocer otros lugares, otras personas, y que el seguir en mi sedentarismo rutinario iba a terminar acabando conmigo.

Una de los frutos de haber trabajado casi por 5 años en un buen puesto era que había logrado ahorrar una buena cantidad de dinero, lo suficiente como para sostener mi plan de explorador por un par de años.

El haber oído un sin número de historias protagonizadas por locales y turistas europeos en los viajes recorriendo mi país causaron en mí que el primer destino de de mi aventura fuera dicho continente. De repente, allí estaba yo, sentado en la sala de espera de la puerta 4, con un boleto solo de ida hacia Madrid, dejando detrás todo lo que conocía, y aventurándome nada mas que con una mochila y mi laptop a un mundo totalmente desconocido y anejo a mi.

'Pasajeros de las filas 22 a la 30 favor de abordar en estos momentos'

esa era mi llamada para abordar el avión, me levanté y emprendí mi camino.


viernes, 21 de enero de 2011

Muchedumbre

Entre la muchedumbre,
inmerso, perdido, confundido,
veo a mi alrededor y solo logro ser espectador mudo de esta sinfonía,
suena tan armoniosa,
en tiempo,
y tan ajena a la misma vez,
alejada de mi,
desfasada de mi tiempo y de mi espacio,
debe ser que nunca he podido ser parte de esta orquesta.

Al final del día,
me veo en el espejo,
con mi propia sonata,
a otro tiempo,
en otro tono, con otro ritmo,
una sonata que comienza con el final y termina en el principio,
y al final,
el final no es más que el principio,
el comenzar de otro movimiento,
y de nuevo,
la orquesta sigue con su música y yo con la mía,
dentro del mismo escenario,
dentro de la muchedumbre.

lunes, 10 de enero de 2011

Al punto de partida

Y vuelvo al punto de partida,
después de un momento, allí estoy de nuevo,
muchas veces salgo a pasear,
visito la gente, veo sus costumbres, su forma de vivir y su existencia,
pero luego,
regreso al punto de partida.

Por algunos instantes se siente como un boleto solo de ida,
sin embargo ese tren siempre hace su camino y me encuentra donde quiera que esté.

Sigilosamente me espera por cualquier rincón,
en cada pared, en cada árbol, detrás de cada auto,
allí está,
esperando a que aborde para regresar,
al punto de partida.

A pesar de las paradas momentáneas en el camino,
siempre tengo una cita de regreso a la estación,
en medio de la noche, en medio de la gente, en medio del tráfico,
en medio,
siempre me encuentro en medio,
presto para regresar al punto de partida.

Muchas veces me pregunto si sera pasajero,
si el ciclo acabará,
si hay salida, si habrá escape,
si al fin de tantas, logre escapar de mi mismo,
de mi, de la gente,
de tí,
pero siempre que lo pienso,
sin notarlo,
me encuentro de nuevo de regreso al punto de partida.

jueves, 6 de enero de 2011

Razones

¿Razón?
Tengo miles de razones, y sin embargo tú me pedís solo una.
Una pintura, con pequeños destellos nocturnos,
con un ánima deambulante,
merodeante, vigilante incansable,
pero que solamente deja verse a plenitud tras el reflejo de él,
cada vez que el tiempo sea perfecto,
un cuadro en blanco y negro que nos visita a diario en el museo de las alturas.

O quizás aquellas planicies en donde una linea suave separa lo terrenal de lo celestial,
el sonido del viento, la música de su silencio,
un par de pincelazos blancos sobre ese manto celeste,
tan dinámico, y al mismo tiempo tan quieto, sereno, en paz.

De repente ese segundo,
en el que me hiciste comprender que era detener el tiempo,
cuando inadvertida se dibujó tu silueta entre la gente,
y en un instante,
apareciste allí para atar al reloj,
amordazándolo y matandolo a sangre fría, para luego borrarte entre la muchedumbre
y dejarme como espectador anónimo,
despertando de mi delirio pasajero.

Debe ser que simplemente hacés que todo caiga en lugar,
que debido a tu arte todo simplemente esté bien,
sea bien,
que con dos palabras podés desencadenar una historia para dos completa,
una sinfonía de sueños, que inicia y termina en tí.

Definitivamente es ese narcótico que me invade cada vez que te atravesás por mi mente,
sorpresivamente te posás alli y anidando los anhelos,
congestionando cualquier flujo de consciencia, matizando todo de color púrpura,
acelerando la segundera volviéndola una carrera pasiva,
de la cual quisiera no conocer ganador.

¿Querés razones?
Solamente te puedo dar una razón,
y es que mi verdadera razón es simple y llana,
no es profunda ni complicada,
no es grande ni glamorosa,
no es tierna ni romática,
mi razón, si es que existe, es que simplemente no tengo razón.