Las cartas que no envié acumulan polvo en un rincón,
las escribo y reescribo,
las edito,
y luego las meto en un cajón,
describen pasados y futuros,
pintan siluetas y sombras lejanas,
encapsulan sentimientos,
y le dan respiro al corazón.
Las cartas que no envié ocupan espacio en una gaveta,
son una descarga de conciencia,
de presencia,
son recuerdos en la maleta,
y son respuestas a destiempo,
soluciones postergadas,
conciliaciones pasadas,
que fabrican una historia completa.
Las cartas que no envié le dan sentido a la vida,
más allá del tiempo y del lugar,
más allá del azar,
me recuerdan que este es un viaje solo de ida,
que todo tiene fin,
y que lo que no te dije no es el final,
sino solamente el punto de partida.