lunes, 29 de abril de 2024

Oda a la ausencia

El haberte encontrado me ha hecho buscar, 
en la muchedumbre, 
en el desierto, 
por debajo de las rocas del mar, 
una montaña que ha surgido con el tiempo, 
y que como el viento, 
desaparece al llegar.

A pesar de tu presencia en mi aliento, 
tus cordilleras parecen desbordar, 
con tus trazos profanando sueños, 
esculpidos con cada suspirar.

¡Quien te tuviera no te tendría, oh montaña de fantasía!
pues destruiría tu esencia natural,
que se construye de piedra y poesía, 
y se desvanece con la realidad.

¡Oh montaña, tu que has estado de noche y de día!
permite tan siquiera llenar el vacío, 
aquel vacío que dibuja tu presencia lisonjera,
ese que no es más que una frontera, 
entre mi mundo baldío, 
y el destino que no llega, 
ese que baja por el camino que llega a la cima, 
y que sube a través de la ladera, 
que en las noches de luna llena, 
ilumina los senderos con rayos de espera.

Porque la esperanza dibuja tus bordes, montaña traicionera, 
y repasa tus acantilados y tus montes, 
que esculpen con cincel a la espera, 
de que el destino por fin se asome, 
pues no resides en la melancolía del pasado, 
sino que convives con la poesía, 
y te alimentas de la agonía de aquello que no ha llegado, 
tu nombre vive en el futuro, oh montaña pasajera,
que opacas al sol y las estrellas, 
obsequiando tan solo sombras y niebla, 
las caricias de rocas y piedras, 
siempre puntual de madrugada, 
con tus sonetos en las noches en vela, 
pintas paisajes que no alcanzan un final, 
y suspiros fortuitos de mediodía.

Tu presencia me cautiva, oh montaña majestuosa, 
y a la distancia silenciosa me confiesa, 
que tus trazos gruesos y acantilados, 
que mantienen a la esperanza presa, 
son tan fuertes como la niebla, 
enmarcados por el viento, 
dibujados por un sentimiento, 
de una montaña sin ninguna pieza.