domingo, 19 de enero de 2014

Cambio II

Después de mi primer mes, las cosas se tornaron un poco distintas. Comencé a saber lo que era estar solo.

Poco a poco fui entablando amistad con los lugareños. Eran muy amigables y siempre me llevaban regalos. Me decían doctor, me trataban con mucho cariño y respeto, donde quiera que me veían me saludaban y me invitaban a comer a sus casas. Fueron muy hospitalarios conmigo y me hicieron sentir como en casa.

Tenía solamente un día libre a la semana. Usualmente lo usaba para dormir un poco mas, pasear por el parque, comerme una tostada y platicar con la gente. Nunca me faltaba en donde ir a cenar, ni una que otra invitación para ir a la cantina del pueblo.

En uno de mis tantos días libres decidí salir de la rutina. Me levante temprano, como cuando me tocaba ir a jornadas de vacunación a alguna de las aldeas cercanas (cercanas era siete horas a pie en alguna montaña perdida), y me fui a una de las montañas del lugar. Empaqué agua, unas frutas y un sandwich y emprendí el viaje. Ya para el amanecer estaba a las faldas de la montaña que los lugareños llamaban el cerro del chicote. 

Siempre me ha gustado subir volcanes, hacer caminatas largas y explorar nuevos terrenos. El camino era escabroso, solamente había un pequeño camino que parecía ser usado nada mas por mulas de carga.   A veces pensaba como podían ser capaces los niños de esas aldeas de caminar todo eso cada día para poder ir a la escuela. Sin embargo, muchos niños en la capital hacían un recorrido igualmente largo antes de llegar a sus instituciones educativas, solo que cambiando el aire puro por el aire acondicionado de los buses privados, cambiando el sonido de los pájaros por el ruido de los camiones, y en vez del verde de las montañas tenían el gris del humo y los edificios. Realmente no se quien debería envidiar a quien.

Llegué a la cima como a media mañana. La mejor recompensa de un montañista es el paisaje y el cansancio. Se podía observar toda la región aledaña. Ese día estaba particularmente despejado y era posible incluso ver un par de poblados cercanos. Recuerdo que estuve allí contemplando el paisaje por varias horas. Solo yo y la vista. Y allí descubrí lo que era estar solo.

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