viernes, 16 de febrero de 2018

Puente

¡Qué delicado es el dolor cuándo no duele igual!

El mundo,
girando desde muchos ángulos,
se mece entre el va y ven de los días,
te vé,
te invita,
cómo quién la calle transita,
y se aleja como quien va de prisa.

El mundo en verdad es mí mundo,
y no hay mundo más real que el compartido,
no existe en el mundo dolor más profundo,
que mi dolor en tu mundo no dolido.

El mundo es solo el reflejo del alma,
que resplandece si se mira de lejos,
es un reflejo de billones de espejos,
que se mira vacío si se mira con calma.

Tu mundo y el mío no son tan distintos,
son tan solo simples mundos finitos,
tu mundo y el mío no son tan lejanos,
cuándo dibujo mi cuerpo al compás de tus manos.

¡Qué incomprendido es el dolor extranjero!
el de un mundo distinto,
de un mundo entero,
tan fugaz el dolor ajeno,
tan simple y tan vacío,
tan llanamente somero.

Mundos aislados sobreviven tácitamente,
la fantasía de la única verdad los repele de inmediato,
los llena de soledad, de frustración, y de rechazo,
y de realidad que solo existe en la mente.

Tu mundo y mi mundo no son el mismo,
así como distintos son el tiempo y el espacio,
tu dolor no se siente como mis abismos,
ni el mío te inunda como lo hacen tus llantos.

A veces el dolor es el puente y el camino,
que atraviesa nuestras múltiples dimensiones,
a veces el dolor es parte del destino,
que nos une con las mismas canciones.

¡Qué liviano es el dolor compartido!
como un portal a lo desconocido, 
como caudal de un río dormido,
aceptando que también estás vivo.









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