lunes, 15 de marzo de 2021

Oráculo

La línea que se dibuja entre mi voz y tu mirada, 
esa línea afilada y cortante, 
a veces recalcitrante, 
que te dibuja y te pinta, 
siendo pluma y marco a la vez, 
como claroscuro bicolor, 
como negando su existencia, 
como creando resistencia, 
como divisor.

La aplicación magnánima del ser o no ser, 
al ser, por lógica dogmática, no soy, 
y al no ser estoy siendo de forma automática, 
me estoy definiendo por contraposición.

La binariedad asumida del sistema, 
la dicotomía, 
el anatema, 
la consumación de la cuantización, 
la sobresimplificación, 
tu y yo como complementos, 
como enemigos, 
o simplemente como sustantivos, 
la existencia de la negación como complemento de la universalidad, 
la desvanecencia de la singularidad, 
porque dos son mejor que uno, 
pero no hay uno sin dos, 
la presunción del tercio excluído,
el estigma, 
la axiomatización.

Si la realidad interna es puramente inductiva, 
construida sobre los átomos de la percepción, 
crecida por la teoría intuitiva, 
alimentada por la dicotómica deducción.

¿Cómo eres?
¿cómo soy?
¿cómo creo que somos entre tu y yo?
el final antagónico es su propio oximorón, 
cogito ergo sum,
ignoramus et ignorabimus,
el tercio excluído de la percepción, 
el nihilismo puro,
la negación como verdad alternativa,
única y contradictoria.

Ser o no ser, 
delimitarte, 
modelarte, 
describirte, 
inhibirte, 
predecirte.

El futuro presente es la muerte de la esperanza, 
su semántica es un árbol binario, 
deducido por los vértices de a dos, 
como Teseo en el laberinto, 
matando al Minotauro de la dicotomía, 
y buscando perder el hilo de Ariadna, 
incluyendo al tercero que estaba excluido, 
refinando el sistema deductivo, 
devolviendo la esperanza, 
descubriendo eso que algunos llaman Dios.

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